Blog de crítica de la cultura y otras balas de fogueo al gusto de Óscar S.

Encuadre: página de "Batman: Year One", Frank Miller y David Mazzucchelli, 1986-7, números 404 a 407 de la serie.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Burocracia y educación, por Rita L.

Detrás del papeleo más rutinario se esconde normalmente una gran maquinaria de poder. Me refiero en este caso al lenguaje con el que los profesores de a pie debemos comunicarnos con las altas instancias educativas. Tanto para redactar la programación del curso, como para presentar un proyecto, para facilitar la clase a un alumno que “no llega”, o para cualquier otro menester, existe una plantilla de explicación por la que todos han de pasar. Para dar cuenta, por ejemplo, de nuestro propósito de enseñar a nuestros alumnos a sumar (objetivo), hace unos años debíamos consignar diferenciadamente que los alumnos aprendían la suma (concepto), a sumar (procedimiento) y a enfrentarse acertadamente ante las sumas (actitud), para lo que intentaríamos que los alumnos hicieran muchas sumas (estrategia de aprendizaje), a base de hacer nosotros sumas en directo para que puedan imitarnos (estrategia de enseñanza). También deberíamos especificar que, para aprobar, los alumnos debían resolver correctamente la mayoría de las sumas (criterios de evaluación), y que podríamos llegar  a saberlo haciéndoles resolver muchas sumas que nosotros posteriormente corregiríamos (procedimientos de evaluación). Ahora, una gran revolución educativa de despacho nos ha “invitado” a profundizar en este paripé y a añadir a todo lo anterior (contenidos), que la finalidad de nuestro trabajo consiste en que nuestros alumnos alcancen la capacidad para resolver una suma en el caso de que se les presente una y quieran resolverla sin ayuda de calculadora (competencia). Si uno se imagina lo tediosa que puede ser la explicación de cada contenido del curso en estos términos, puede uno figurarse, acto seguido, lo interesados que deben leerlas nuestros superiores… Como es obvio que nadie explicaría así las cosas ni a sus alumnos, ni a sus padres, ni a los compañeros de profesión, ni a nadie, el único sentido de todo esto es que gente que no sabe nada acerca de nuestro trabajo pueda permitirse opinar sobre él y juzgarlo como tantas veces ocurre. Imagino la cantidad de reuniones, viajes a Bruselas y a Bolonia en primera clase, despachos y gabinetes articulados para conseguir dar a luz todo el asunto de las competencias… Y a todo esto, a pie de clase, el instituto sin barrer.

4 comentarios:

  1. Mucho dinero parece... Pero para calcularlo necesitaría una calculadora, que algunos seguimos sin saber sumar.

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  2. A veces pienso que sería mejor que se dejasen de tonterías y nos dijeran directamente que el currículo en la escuela se reduce a dos asignaturas.

    Primera: Doblepensar.
    Segunda: Neolengua.

    La tuya y la mía, colega. Menos mal que ni aun así podrían librarse de nosotros... :D

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  3. Gran y poco conocida reflexión de Orwell, que yo emplee malamente en el mini-mani "¡Artazgo!". ¿Y si nos intercambian las asignaturas la cagamos o salimos adelante?

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  4. Yo por si acaso ya me he inscrito en un curso CEAC de Doblepensar. Ya sabes: piensa doble y acertarás.

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